sábado, 8 de septiembre de 2007

La Biblioteca (4ª parte)

Lorena seguía disfrutando de sus excursiones con los rincones de aquella rancia y empolvada biblioteca, pero no olvidaba nunca su tarea principal de aquel verano, la traducción de su querida autora británica; avanzaba despacio pero feliz y sus incursiones en los estantes de alrededor pronto tuvieron un resultado desazonador: en varios libros de la misma sala había anotaciones en el margen de la página 56; siempre eran combinaciones de cuatro dígitos que no tenían relación alguna con el texto y, aparentemente, tampoco entre sí. Lorena se inquietó, no era algo para no dormir, pero era raro y su imaginación joven y en forma trataba de encontrar un sentido, a lo que a todas luces no tenía importancia ninguna.
Buscaba combinaciones, relaciones, sumaba y restaba, pero nada daba resultado; a ratos volvía a sus lecturas, pero los intentos de encontrar la solución al enigma, cada vez eran más frecuentes, y pronto no supo si iba a la biblioteca a leer o a investigar el misterio.
Pensó en consultar con el personal de la biblioteca, por si ellos habían notado algo, pero después desechó la idea porque iban a pensar que estaba loca, más adelante, tal vez...
El caso es que aquellas visitas empezaron a impregnarse de emoción, y pensó en contar aquello a sus amigas (la emoción compartida es el doble de emoción, eso lo sabe cualquier adolescente), ya se imaginaba escondida con ellas tras un grueso diccionario de inglés, espiando a los usuarios, para ver quién escribía aquellos dichosos números.

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