Un día cualquiera, en una sala cualquiera de la biblioteca, mientras todo el mundo estudiaba silenciosamente sus exámenes de junio algo sucedió, algo que no sucedía nunca: un grillo empezó a cantar.
Los usuarios se levantaron desconcertados y protestaron a los bibliotecarios, que también se desconcertaron; primero, uno de ellos entró en la sala y miró debajo de las mesas y debajo de las sillas, y también debajo de las estanterías, pero el grillo no aparecía y además se callaba cuando alguien se movía, y continuaba con su canto cuando todo el mundo se callaba y trataba de estudiar; luego, decidieron agruparse y organizar batidas de búsqueda, pero el grillo seguía allí, riéndose de todo y de todos, hasta que la gente se desesperó y abandonó la sala, dejándola desierta, a la entera disposición del grillito, pero ocurrió que el grillo se sintió muy solo sin público para su canto y se entristeció tanto que no podía cantar.
Poco a poco, la gente empezó a ocupar la sala de nuevo, pensando que el grillo se había ido, pero en realidad el animalito seguía allí calladito y triste, si cantaba se le iba la compañía, y si tenía compañía no podía cantar, hasta que un día se le ocurrió dar las horas y la despedida y así su canto sería de utilidad. Y desde entonces se la conoce como la "sala del grillo cantarín", y todo el mundo se acerca por allí a las horas señaladas para escuchar su canción.
sábado, 14 de febrero de 2009
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