sábado, 14 de febrero de 2009

El grillo de la biblioteca

Un día cualquiera, en una sala cualquiera de la biblioteca, mientras todo el mundo estudiaba silenciosamente sus exámenes de junio algo sucedió, algo que no sucedía nunca: un grillo empezó a cantar.
Los usuarios se levantaron desconcertados y protestaron a los bibliotecarios, que también se desconcertaron; primero, uno de ellos entró en la sala y miró debajo de las mesas y debajo de las sillas, y también debajo de las estanterías, pero el grillo no aparecía y además se callaba cuando alguien se movía, y continuaba con su canto cuando todo el mundo se callaba y trataba de estudiar; luego, decidieron agruparse y organizar batidas de búsqueda, pero el grillo seguía allí, riéndose de todo y de todos, hasta que la gente se desesperó y abandonó la sala, dejándola desierta, a la entera disposición del grillito, pero ocurrió que el grillo se sintió muy solo sin público para su canto y se entristeció tanto que no podía cantar.
Poco a poco, la gente empezó a ocupar la sala de nuevo, pensando que el grillo se había ido, pero en realidad el animalito seguía allí calladito y triste, si cantaba se le iba la compañía, y si tenía compañía no podía cantar, hasta que un día se le ocurrió dar las horas y la despedida y así su canto sería de utilidad. Y desde entonces se la conoce como la "sala del grillo cantarín", y todo el mundo se acerca por allí a las horas señaladas para escuchar su canción.

sábado, 23 de febrero de 2008

La Biblioteca (6ª parte)

Se levantaron las tres al tiempo, dejando todo sobre la mesa excepto la cámara de fotos, y corrieron tras el desconocido por la escalera, tratando de disimular que lo seguían y con tales palpitaciones que creyeron oirlas por todo el edificio, y que el resto del mundo las oía también.

Por fin llegaron a la puerta, el desconocido salió del campus por la izquierda, a la calle Obispo Frutos y, cruzando hacia el parque se sentó en el primer banco que había, muy tranquilo. Ellas se pararon delante del restaurante chino fingiendo leer la carta y sacando fotos cuidadosamente mientras miraban a todos lados, tan nerviosas como si fueran delincuentes.

Por fín se iba a desvelar el misterio, al menos eso esperaban ellas, aunque pensándolo bien, podía pasar cualquier cosa y estropearse la aventura. No, eso no iba a pasar, por que en ese momento una persona se acercó al banco y el desconocido recogió el paquete que le tendían; lo abrió y sacó un móvil, después saco el papelito del bolsillo y se puso a teclear tranquilamente y a llamar como si estuviera en su casa.

¡Eran pins de teléfono móvil!, alguien robaba la clave y la apuntaba en los libros mientras otro cómplice robaba los teléfonos y un tercero recogía todas las cosas ajeno a los riesgos y utilizaba los aparatos quién sabe con qué fin.

Habían descubierto la trama, pero ¿quién las creería...? Aunque, las fotos eran bastante buenas, tal vez los bibliotecarios accedieran a llamar a la policía, al fín y al cabo, los ladrones utilizaban la biblioteca y estaba claro les iba a disgustar bastante.

domingo, 11 de noviembre de 2007

La Biblioteca (5ª parte)

Lorena no dejaba de pensar en aquellos números, así que se lo contó a sus amigas Carola y Piluca y las tres, armadas con una carpeta, un lápiz y un móvil con cámara de dos megapíxeles que una de ellas le había pedido prestado a su hermano mayor, que estudiaba medicina, se lanzaron de lleno a la investigación en la sala de inglés.

Al principio rastrearon toda la literatura en busca de más números misteriosos en la página 56, pensando que tal vez habría en otras salas más claves escondidas, pero su búqueda fué infructuosa, ni en la literatura española, ni en la hispanoamericana, ni tampoco en la sala de románicas, encontraron gran cosa. Subieron arriba y abajo, por todo el edificio sin encontrar respuesta al enigma, había en los libros todo tipo de señales de las que añaden el tiempo y también el esfuerzo sin que ninguna de ellas tuviera relación alguna con las claves que aparecían en los libros de inglés.

Porque ahora estaban seguras aquello eran claves, pero ¿de qué?

Miraban a todo el mundo con aire suspicaz y tenían la cámara siempre a punto por lo que pudiera suceder. Apostadas en aquella luminosa sala, mientras leían libros de todo tipo y perfeccionaban su inglés, iba pasando el verano; entretenidas en su tarea, disfrutaban y se reían en voz baja observándolo todo, hasta que un día vieron a alguien que abría uno de los libros marcados, anotaba cuidadosamente el número misterioso en un papelito y se marchaba, tan rápido como había venido.

Esto era demasiado..., no se habían equivocado en absoluto.

sábado, 8 de septiembre de 2007

La Biblioteca (4ª parte)

Lorena seguía disfrutando de sus excursiones con los rincones de aquella rancia y empolvada biblioteca, pero no olvidaba nunca su tarea principal de aquel verano, la traducción de su querida autora británica; avanzaba despacio pero feliz y sus incursiones en los estantes de alrededor pronto tuvieron un resultado desazonador: en varios libros de la misma sala había anotaciones en el margen de la página 56; siempre eran combinaciones de cuatro dígitos que no tenían relación alguna con el texto y, aparentemente, tampoco entre sí. Lorena se inquietó, no era algo para no dormir, pero era raro y su imaginación joven y en forma trataba de encontrar un sentido, a lo que a todas luces no tenía importancia ninguna.
Buscaba combinaciones, relaciones, sumaba y restaba, pero nada daba resultado; a ratos volvía a sus lecturas, pero los intentos de encontrar la solución al enigma, cada vez eran más frecuentes, y pronto no supo si iba a la biblioteca a leer o a investigar el misterio.
Pensó en consultar con el personal de la biblioteca, por si ellos habían notado algo, pero después desechó la idea porque iban a pensar que estaba loca, más adelante, tal vez...
El caso es que aquellas visitas empezaron a impregnarse de emoción, y pensó en contar aquello a sus amigas (la emoción compartida es el doble de emoción, eso lo sabe cualquier adolescente), ya se imaginaba escondida con ellas tras un grueso diccionario de inglés, espiando a los usuarios, para ver quién escribía aquellos dichosos números.

miércoles, 5 de septiembre de 2007

La Biblioteca (3ª parte)

Lorena volvió al día siguiente, y al otro, y al otro también, le gustaba el ambiente de recogimiento y estudio que había en el ambiente, y además, ya se estaba acostumbrando al dédalo de pasillos y escaleras que conducía de una sala a otra, era como estar en la torre de "El nombre de la rosa", lleno de rincones ocultos donde se guardaban las ideas de los hombres, a la espera de ser leídas, y quizá aceptadas y propagadas, tal vez desveladas, era una sensación hermosa y vertiginosa al mismo tiempo.
Después de sus lecturas paseaba por las salas y recorría las escaleras del edificio aprendiéndose los rincones que le servían de puntos de referencia en aquellas dos alas simétricas que tenía el edificio, empezaba a gustarle aquel sitio.
Su lectura en inglés avanzaba lenta pero firme y como la determinación también cansa, de vez en cuando hojeaba otros libros de las estanterías en busca de una descripción conmovedora, un fragmento de ilusión o de esperanza, y así de ensimismada estaba, cuando, una mañana, en un libro de Jane Austen, (aquella entreplanta en tierra de nadie, con ventanas a las dos calles y su escalerita estrecha y retorcida seguía siendo su rincón favorito) vió algo que la dejó perpleja, un número de cuatro cifras anotado a lápiz junto al margen de la página 56, que no tenía relación alguna con el texto.
Pensó que utilizar un libro para anotar cosas personales era muy poco respetuoso, pero como había visto ya varios subrayados y "maltratados" de varias formas no le dió más importancia...

jueves, 2 de agosto de 2007

La Biblioteca (2ª parte)

Ya estaba en la sala adecuada, era grande y estaba bien iluminada, era una gozada ver todos aquellos libros a su alrededor, se dispuso a buscar lo que necesitaba, en la sección de Jane Austen, efectivamente, había muchos libros, pero sólo tenía un problema, la mayor parte de ellos estaba en inglés, y su nivel no era tan bueno como para aprovechar bien el contenido del libro, se perdería matices importantes, y también perdería el hilo de la acción en alguna ocasión, de todas formas decidió coger el libro y pedirlo prestado, si luego veía que se le hacía muy cuesta arriba ya pensaría lo de buscarlo en español en otro sitio. Miró el reloj, era temprano, tal vez podría sentarse allí mismo y empezar la lectura, había visto diccionarios de inglés en otra estantería al frente cuando entró, seguro que en ese ambiente tan silencioso y envolvente, le cundía incluso más.

Efectivamente, enseguida se enfrascó en la lectura, y el tiempo pasó rápidamente, tanto que cuando oyó por los altavoces "... en tres minutos la biblioteca cerrará sus puertas", pensó que ya no tendría tiempo de ir al mostrador de préstamo, así que dejó el libro en su sitio con la intención de volver al día siguiente y continuar donde lo había dejado. Salió rápidamente por la puerta de la derecha hacia la escalera, pero esa no era por la que había subido, por un momento se desorientó y pensó que no sabía dónde estaba, respiró hondo y se dijo a sí misma: no tengo que buscar ninguna sala, sólo quiero llegar hasta la puerta, de modo que sólo tengo que bajar la escalera, por fuerza tengo que llegar a la calle, esté dónde esté; así lo hizo y por supuesto llegó hasta la puerta principal, salió al sol y se sintió libre. Si su madre le preguntaba al llegar a casa ella no reconocería que se había angustiado por un momento, además ese edificio no podría con ella, mañana volvería y lo exploraría de arriba abajo, aunque diera veinte vueltas, lo dominaría y además rápido. Por supuesto que sí.

La Biblioteca (1ª parte)

La biblioteca estaba algo triste ese día de vacaciones, con sus salas vacías y el runrún del aire acondicionado, Lorena miraba todo con timidez y curiosidad, había muchas salas que explorar, y, además, le habían recomendado que se fijara bien en la escalera que tomaba para subir y volviese a bajar por la misma, no se fuera a perder en el edificio. Lorena nunca se había perdido en ningún edificio y no pensaba perderse en éste tampoco, vaya tontería, seguro que se lo habían dicho porque la consideraban pequeña todavía y eso que estaba a punto de cumplir los 15, pero empezaba a sospechar que sus padres la verían pequeña por toda la eternidad.
La idea de ir a esa biblioteca se la habían dado en casa, seguro que allí encontraría el libro de Jane Austen que ella estaba buscando, "en esa facultad hay una especialista en esa autora y se compran muchos libros sobre el tema, ve, seguro que lo encuentras", de momento, lo único que Lorena deseaba encontrar era la sala adecuada, resultó que estaba en una entreplanta a la que se llegaba por dos escaleras distintas, esto empezaba a parecer una conspiración, pero no podrían con ella, no se iba a perder, desde luego que no. (Continuará...)